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Entrenamiento de Fuerza para Adultos Mayores

El envejecimiento, incluso en ausencia de enfermedad crónica, está asociado con una variedad de cambios biológicos que pueden contribuir a la disminución de la masa, fuerza y función del músculo esquelético. Tales pérdidas disminuyen la resiliencia fisiológica y aumentan la vulnerabilidad a eventos catastróficos. Como tal, las estrategias tanto para la prevención como para el tratamiento son necesarias para la salud y el bienestar de los adultos mayores.

Es por esto que es de suma importancia incluir el entrenamiento de fuerza, para prevenir enfermedades y mantener la salud aún teniendo una edad avanzada. 

El entrenamiento de fuerza puede mejorar las estructuras y funciones neuromusculares que se sabe que se deterioran con la edad. Aunque el proceso de envejecimiento en el sistema neuromuscular no se puede detener, es obvio a partir del trabajo de los últimos 50 años que se puede atenuar en magnitud y tasa de disminución a través de los diversos sistemas neuromusculares.

Además, puede mejorar la movilidad, el funcionamiento físico, el rendimiento de las actividades de la vida diaria y preservar la independencia de los adultos mayores.

La evidencia apoya la eficacia del entrenamiento de fuerza como un medio eficaz para reducir la incidencia y las consecuencias de las caídas en este grupo de edad.

Y si se realiza de 2 a 3 veces por semana con intensidades moderadas a altas, proporciona una variedad de beneficios psicosociales y de estado de ánimo positivo.

Existen pruebas sólidas que apoyan los beneficios del ejercicio de fuerza para contrarrestar muchos procesos relacionados con la edad como la sarcopenia, la debilidad muscular, la pérdida de movilidad, las enfermedades crónicas, la discapacidad e incluso la mortalidad prematura.

Aunque hay casos en los que los programas de baja intensidad y bajo volumen son apropiados (es decir, los programas de inicio para individuos con fragilidad o enfermedades cardiovasculares), los mayores beneficios son posibles con programas de progresión de moderada a mayor intensidad. Si bien las recomendaciones generales tienen en cuenta las circunstancias especiales, en la práctica, todos los programas de ejercicios de fuerza deben ser proporcionales a las necesidades y capacidades individuales específicas de cada adulto mayor.